Como cada año, pasada la Navidad, nuestros jóvenes nazarenos se reúnen noche tras noche para comenzar los ensayos de los antiguos  toques de nuestras bocinas y tambores, para que las manos se vayan endureciendo con las baquetas que golpean los sordos parches de piel y para “hacer boca” soplando las enormes bocinas que transportadas con ruedas arrastran los más pequeños de nuestros cofrades.

Esta tradición musical transmitida de padres a hijos durante generaciones, hasta la actualidad sin partitura escrita que la sostenga, es interpretada con estos instrumentos, que ya se describen en 1601 como “trompetas de hojadelata” y son nombrados en la Cofradía de Jesús como “palillos acompasados” y “bocinas con ruedecillas” en 1630.

Los tambores repiten centuria tras centuria sus diez antiquísimos toques llamados por su número del uno al ocho, más los denominados “copa” y “sacatapón”, que se van repitiendo, intercalando su estribillo, a discreción del cabo que manda el grupo que sin solución de continuidad va indicando a los músicos cual de estos toques hay que seguir interpretando, de forma y manera nunca la melodía resulta igual o repetida. Van los tambores destemplados cubiertos con un paño que hacen enfrentarse sus sordos sonidos con el repicar agudo de los palillos al chocar entre ellos.

Son las bocinas instrumentos de viento construidos en latón templado de 3,10 metros de largo, que en razón a sus dimensiones son arrastradas sobre unas ruedecillas de carro para poder desplazarlas a lo largo de la procesión. Obtener de estas sus peculiares sonidos es harto difícil por el volumen de aire que requieren para obtener la música deseada. Tradicionalmente  se interpretan  la Uno, la corta o “llamada”, la larga o “mal dolor” y la “Saeta de Jesús” a lo largo de toda “La Mañana de Salzillo”.

Los  cofrades-músicos precisan de gran número de ensayos para endurecer los labios sin cuyo fortalecimiento sería imposible obtener algún sonido de tan enormes bocinas.

Este conjunto de instrumentos, sonidos y músicos componen “La Burla” ya que con ellos se rememora la mofa y escarnio que ya en la antigua Roma se hacía de los reos de muerte. De esta forma desde antiguo la Cofradía acompaña con sus hirientes sonidos a Nuestro Padre Jesús al Calvario.

Cuando “La Burla” suena, despierta el sentimiento de los murcianos que desde cualquier punto en que se encuentren se sienten convocados al momento de Pasión que vamos a vivir una vez más, transportando en el aire los recuerdos de nuestros antepasados.

Tenemos la responsabilidad de dar a nuestros hijos la herencia cultural de nuestros ancestros por lo que hemos de vigilar que estos sonidos e instrumentos permanezcan en el tiempo en toda su pureza y puedan seguir convocando a todos los murcianos cada “Mañana de Salzillo”.